El Puente de los Suspiros en Tocaima fue por más de 90 años un viaje hacia el olvido, especialmente para quienes padecían el Mal de Hansen- mundialmente conocido como lepra- la enfermedad que hizo tristemente célebre al pueblo de Agua de Dios y a sus lazaretos.
Hoy en ese punto sobre el río hay un puente en construcción y el antiguo, declarado patrimonio cultural, sigue prestando servicios para pasar al otro lado del río Bogotá y llegar a Agua de Dios, donde las cicatrices de la lepra aún son visibles entre algunos pobladores. Pero no se ven las que se van acumulando en el alma.
Pocos profesionales tienen tan claras las secuelas que producen las dos clases de cicatrices, como la doctora en Dermatología Hilda Herrera. En el trayecto de su recorrido académico fue decantando la especialidad médica a la que se dedicaría, y sobre todo, dando forma a una propuesta profesional especializada, sanadora y amigable con el paciente como diferenciador.
Desde entonces asumió una tarea terapéutica que apunta a sanar las afecciones de la piel con un tratamiento que involucra las secuelas que dejan en la psiquis de cada paciente.
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